Un vencedor de obstáculos

Por Aurora Rivera Arguinzoni

arivera@elnuevodia.com

"Me dijo que iba de vacaciones, pero nunca volvió hasta después de tres años", recordó el joven de 18 años, sentado en las gradas de cemento de una rústica cancha en el sector San José, de Río Piedras. Actualmente Josué Rodríguez Cruz vive en la casa de una familia de conocidos, una de varias que le han dado alojamiento durante los meses en que ha vivido errante. Hasta vendedor de drogas fue para poder ayudar con los gastos de uno de esos hogares en los que pernoctó, en el residencial Manuel A. Pérez.

"Eso no era lo mío", reconoció a tiempo, con la fortuna de que salió del negocio vivo y sin problemas con la justicia.

Quien lo ve, corpulento, fuerte y seguro como se proyecta, no puede imaginar lo que ha superado. Y aunque los sinsabores de la vida y la sensación de no ser un niño amado lo han lastimado, ello no le ha quitado las ganas de vivir, de ser un hombre de bien, autosuficiente.

Sus primeros años los pasó con su madre en una casa en Villa Palmeras, otra de las comunidades pobres de San Juan. Recuerda que estaba localizada en un callejón con muchas otras casas cerca, pero él a penas salía y "si tenía dos amigos era mucho".

Asistía a una escuela elemental en la zona y de vez en cuando viajaba a Comerío a visitar a sus abuelos maternos, con quienes vivían sus tres hermanas mayores, que actualmente tienen 22, 20 y 19 años.

Cuando iba a comenzar el cuarto grado, su madre no lo llevó más a la escuela y pasaba los días solo en la casa hasta que ella regresaba del trabajo en las tardes. Conoció a su padre, pero en algún punto perdió contacto con él.

Sus momentos más felices en esa época fueron los que pasó en una liga de béisbol infantil.

"Cuando estaba viviendo con mi mai era buena la vida... Lo más triste de eso es que mi mai se fue a Santo Domingo. Mi mai me dijo: 'Vengo en una semana'", lamentó en una entrevista que concedió con la esperanza de servir de inspiración a otros. ¿Por qué se fue?, se le preguntó. "Desconozco", respondió con voz suave, pausada.

No le cuestionó, según aseguró. "Fíjate no, porque yo estaba tranquilo. Ella me dijo 'van a estar aquí los vecinos, te cuidas, que si esto que si lo otro'. Y yo, pues, bien", dijo, como si se tratara de algo normal, porque para él lo era. Esa misma soledad la había vivido día a día mientras cursó los grados de primero a tercero, pues al llegar de la escuela permanecía solo en la casa hasta que su mamá llegaba de trabajar entre 5:00 y...

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