El viaje de ida y vuelta de una familia de refugiados

En 2017, Aurelis Aponte Carrasquillo dejó sus labores en una clínica médica para atender los problemas cardíacos congénitos de su recién nacida. Asumió el riesgo económico con el entendimiento que era la mejor decisión para la salud de la bebé, que pasó sus primeros dos meses bajo cuidados intensivos.Dependerían por un tiempo únicamente de los ingresos de su esposo, Jonathan López Morales, quien, como taxista, ya lidiaba con una merma en ganancias producto de la llegada de Uber al mercado local. "Él trabaja muchísimo. Podían a haber atrasos (en las cuentas), se podían manejar", dijo Aponte Carrasquillo."Pero en eso vino María y nuestra economía se fue a cero. Ya yo estaba sin trabajo y la economía del país paralizada, y la de los taxistas... no teníamos economía y la nena no la estaba pasando bien. Ella tiene siete condiciones cardíacas y la afectaba mucho", dijo, al recordar las altas temperaturas de aquel septiembre de hace tres años en que inició el apagón más duradero en la historia de EE.UU. "Decidimos irnos", recordó la mujer, de 36 años.Como ella, había miles escapando de la catástrofe. Los datos del movimiento de pasajeros del Negociado de Estadísticas de Transporte de EE.UU. (BTS, en inglés) sirven de indicador del éxodo. En los últimos cuatro meses del año, los pasajeros marchándose superaron los que llegaban por 199,858 individuos.Aponte Carrasquillo recordó que, en el aeropuerto, se le rompió una de las maletas. Con la ropa en el piso, le proveyeron bolsas para que pudiera llevar sus cosas."Había muchas emociones. Nos parecíamos al Chavo del Ocho (por la bolsa del legendario personaje de Chespirito), pero teníamos esperanzas. Pero también para una persona que toda su vida ha trabajado y que siente que toca fondo, no es nada fácil", relató.Su esposo se había adelantado a la localidad de Poinciana, en Florida, donde se alojaba con su hermano y había conseguido un empleo con una empresa de distribución de comestibles. Ella se quedó en la casa de su madrina de bodas en Miami. La idea era que todos se relocalizaran permanentemente en Orlando.Contó que el huracán la atrapó sin suministros suficientes para más de una semana sin agua potable, así que restringió su consumo cuando el período de emergencia seguía extendiéndose. Rememora con detalle la felicidad que le produjo poder beber cuanta agua fría quisiera a su llegada a Miami. "Me tomé casi dos litros corridos", recordó la mujer, quien para entonces lactaba a su recién...

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